lunes, 20 de enero de 2020

20 DE AGOSTO DE 2003. Plasencia - ocasión -3

Yo, único aprendiz,  el trato del comercio poco tenía que ver con la amistad. Sin embargo no fue una enseñanza que haya aplicado mucho a lo largo de mi vida.
Mi padre con las yeguas condujo a los potrillos donde encerrarlos para mandarlos en camiones. Había allí unos quince o veinte animalitos.
Encerrados los potros se echó el alboroque . Mi padre compró una botella de vino, echó mano a las alforjas, abrí la merienda que sé que traía cerveza.  Los hombres, entre ellos Agapito mi primo ¡cómo no!, el Chalán que había ayudado a cerrar el trato y otros más, cada uno con su navaja cabritera, entraban  y salían con la perra en la puerta.
La botella no paraba y muy pronto acabó. El Chalan pagó  otra botella que  alguien pidió dando vueltas por corro hasta que se terminaron las tajadas de merienda.
Pocas veces había bebido yo vino, pero me gustó: me puso alegre y quizás un poco mareado pero me me sentía augusto.
Cuando terminó el alboroque, tanto Agapito como sus jefes y, lo mismo que nosotros con las nuestras, nos retiramos hacia la dehesa de los caballos para dar agua a los animales, ponerles el morral y a comer vosotros.
  Yo tenía sueño y sobre la escuela dormí en saco cebada. Cuando desperté Agapito se ofreció a quedar con las bestias para que mi padre me llevara al a la zona donde estaban las atracciones. Había media hora desde el rodeo al centro de la ciudad. Nosotros no paramos hasta llegar a la "Cepa de Oro": encuentro de ganaderos y paisanos cacereños a la Puerta de Sol.

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